¡Qué cruel es la tristeza…!
Que cargo día a día aquí en mi pecho;
que turba mi cabeza,
con todo tu despecho
y pone mi camino más estrecho.
¡Qué cruel la indiferencia…!
Que siento cada vez que yo te miro.
Me robas la paciencia
y pronto yo deliro
pues veo tus caderas y suspiro.
¡Qué cruel es tu apatía…!
Desgarra muy profundo mis entrañas;
y en mi melancolía…
¿Por qué no me acompañas,
acaso no es cierto que tú me extrañas?
¡Qué cruel mi desventura…!
Si nunca yo a mi lado he de tenerte,
con toda tu ternura
para mi mala suerte…
¡Mejor es que me lleve ya la muerte!