Pareciera como si en sus ojos hubiera nacido el dolor.
Y tras sus cabellos dorados, llenos de frío, había un susurro.
Nunca adiviné, ni supe, ni escuché.
Me quedé varado en un limbo. No había pies, ni manos.
Mi cuerpo, que no era cuerpo, si no tronco, se hundió hacia las fosas más profundas.
Allí encontró las respuestas, respuestas que nunca vieron luz ni superficie.
Y en aquel lugar inhóspito, se ahogaron los que nunca supieron ser.
Como una canción jamás cantada.