Eran mis días, de amor bordados,
cuando tus labios su miel me daban;
cuando mis ojos embelesados
llenos de anhelos apasionados
con la mirada te acariciaban.
Fueron entonces, aquellas horas,
dulces instantes de gran solaz;
porque miramos brillar auroras
plena de luces encantadoras
dando a mis sueños excelsa paz.
Siempre recuerdo tu faz radiante
con el destello de gran pasión;
cuando mi beso, voraz y amante,
de una manera tan desbordante
siempre entregaba mi corazón.
Entre los pliegues de aquella historia,
regias quimeras los dos tejimos;
y se quedaron en mi memoria
esos recuerdos de hermosa gloria,
cuando en tu lecho, pasión bebimos.
Tantas caricias que derrochamos
siempre me traen tu resplandor;
porque con ellas, feliz logramos,
toda la dicha que disfrutamos
noches enteras, de gran fulgor.
Miles instantes mi mente abriga,
grácil morena, de gran beldad;
porque tu fuiste mi amante-amiga
llena de encanto que luz prodiga,
dando a mi vida felicidad.
¡Quiero decirte: Mujer bendita,
dama preciosa que fue mi afán;
nunca tu imagen tan exquisita
ni tu mirada que tanto excita,
de mis recuerdos se borrarán!
Autor: Aníbal Rodríguez.