Me despierto azorada como esa dolosa madrugada
en que, evaporada la vidriera de tus ojos,
el doctor indicara que no hay más remedio.
Tras los adioses últimos y las palabras punzantes,
entre las débiles palpitaciones de un pañuelo
con el desgarramiento de sentir como se va hiendo
el calor entre nuestras manos y el estremecimiento
extensor de tu cuerpo con el grito morado de la distancia
que se extiende entre tu tiempo, y el hoy, dejando todo,
todo en mi interior profundamente vacío,
si se reflejara mi real imagen en el espejo cualquiera,
todos notarían mis estridentes y dolientes huecos.
Las horas impiadosas caen devastadas sobre mi
voy en automática pauta de desmayo y dolencia,
mi respirar se accidenta con el choque de lágrimas
derramadas, siempre en la soledad y el silencio.
No hay esa sonrisa de consuelo, esos ojos de paz
o unas tiernas palabras de un buenos días.
He hecho los mayores esfuerzos por salir de mi
por ponerme a instantes las gafas de locura o felicidad
Sin embargo, todo a mi entorno me grita que no estas,
esta multitud de cotidianidad me atropella como vorágine,
vendaval malevolencia incesante, son demasiados rastros
y rostros que exaltan el dolor de la perdida…
Me embriaga la ira, la confusión y el terror de estar sin ti.
Alba jovial y luminosa, cuanto ansió volverte a ver…
Me pesa tu cuerpo en mis huesos, todo ese excesivo sufrimiento,
me pesan tus ultimas horas que recorro como mapa de tormentos
se tatuaron en ti las huellas de orfandad, que no me perdono
y cada día rememoro con la gris desembocadura de la aurora,
me carcome este sentimiento pueril, este conocimiento
de finalmente saber que tu dolor nadie pudo reducir.
El alma sufre es noche que permanece oscura y triste
sombrío, amargo rocío que haya cuenca y cause
en este doloroso gemido, profundo y angustioso
por lo cuantiosos desastres que no pude aminorar o impedir,
sufriste y no pude evitártelo, aminorarlo con un beso o un te amo
así como cuando caías de niño, hoy sigo penando, perdon amor mío.
Arrebato al viento tu recuerdo, condenándolo eternamente
a la sensación terrible del desierto, cual infelice peregrino
yo seguiré penando y deambulando por la ruta de tus huellas…
de tu destino inconcluso o tu final inaudito...