Si del hombre su fe se desvanece
y su luz de esperanza se ha perdido,
lentamente su espíritu fenece
porque en negras tinieblas ha caído.
Si su sueño marchito no florece
al nublarse su regio colorido;
va cayendo su orgullo y su coraje
pues de honor ha perdido su ropaje.
Debe ser en la lucha la confianza
el blindaje que evite la derrota,
y vestido de máxima templanza
a la fe convertirla en su mascota,
porque unidas en noble y firme alianza
el pendón de victoria siempre flota;
obteniendo del triunfo los laureles
que perfuman de gloria los dinteles.
Nada puede vencer la bizarría
cuando carga en su aljaba la nobleza;
cuando porta de escudo gallardía
y su espada se forja de entereza;
y en su heráldica teje la osadía
que dibuja los nimbos de grandeza;
que distingue la savia del guerrero
que se entrega a la lucha por entero.
Cual si fueras de Esparta gran soldado
nunca pierdas tu fuerza en la batalla,
lleva siempre tu pecho acorazado
con el noble ideal, que es la muralla
y refugio de espíritu elevado
donde habita fervor que luz restalla
con la lumbre gloriosa que ilumina
de la vida su senda peregrina.
Y por ello les dejo aquí mi canto
como faro de luz en negro sino;
que les sirva de suave y tibio manto
en la ruta tan ardua del destino;
y que pueda calmar el triste llanto
que provoquen los cardos del camino,
y que vibre hidalguía con alientos
del centauro que enfrenta duros vientos.
Autor: Aníbal Rodríguez