¿Cuántas veces te soñé,
en mis brazos recostada;
cuántas veces de la nada,
muchos besos te robé?
¿Cuántas veces te pensé,
regostada en mi almohada;
cuántas veces, mi adorada,
en mis sueños te besé?
Pero al despertar del sueño,
una duda me atrapó:
¿Si en verdad, yo era tu dueño,
por qué el sueño se voló.
Y por qué si era halagüeño,
nunca más a mí volvió?
¿Dónde puedo yo buscar,
para mi alma su sosiego;
cómo puedo yo lograr,
que se aplaque ya este fuego;
dónde puedo navegar,
si en tus mares no navego?
Navegando iré en los mares
soportando las tormentas
y las olas virolentas
aunque sea por azares
superando valladares
en mareas truculentas
que en el viaje siempre enfrentas
con pesar de los pesares.