Caminando de la luna a su lumbre,
entre sirio y antares,
brilla más la luz de mi amante
que con su mano me cubre
y su fragancia me atrae.
Oh su olor me cala,
cual ungüento es su sangre
que me volvió a hacer
y quitó mis males.
Hoy su aroma se ha quedado
aún hasta los huesos
que canto como jilguero
libre y enamorado
de quien fui salvado.
Cual a mariposa me sabe tocar
y de su boca puedo respirar.
Es su olor tan grato, sin igual,
que me sabe a sus anchas llevar.
A donde vaya me conocen por Él,
de soslayo me saben mirar
y más confiado puedo andar.
¡Fue ungido mi amado Señor
antes de en mí estar!
A nardo era su olor
por eso me han de mirar,
porque soy uno con mi Señor,
a donde vaya Él ha de estar.