Valientes mujeres caminan al valle
cruzando la calle del bello país.
Sus ojos responden que dentro del alma
se lleva la calma sin ser flor de lis.
Después de la puerta que da cerca al prado
se escucha un ganado que traen de allá,
y siempre las damas sonríen al cielo
sin miedo y sin celo que todo se va.
Observan de pronto que viene el arriero
con bota y sombrero diciendo feliz;
con este ganado sostengo la vida,
me dan la comida; cacao y maíz.
Las damas se asustan de aquel campesino
bohemio y divino que sabe pensar.
Y dicen con gloria: ¡que bello detalle
nos brinda este valle con solo mirar.
Aquel campesino que estaba contento,
le dijo sediento: «¡mujeres, perdón!»
Quisiera contarles que dentro del pecho
estoy satisfecho con mi corazón.
Detengan sus pasos que aprecio les tengo
por ser de abolengo la dicha real.
Hay días confusos y nadie se inspira
de tanta mentira que da el colosal.
¡Oh buen campesino es grato tu nombre,
pues eres un hombre que vale tener!
Sabemos que nadie contempla que el valle
responde al detalle de alguna mujer.
Por tanto, seguimos el plan bien regido
que un pájaro en nido contento escribió,
«¡adiós campesino, nos vamos al prado
sabiendo que has dado lo que alguien no dio.
El hombre sonriendo les dijo: «¡tesoros!»
Me han dicho los poros que nada acabó.
Las damas le tienden la vista enseguida...
les digo hoy en vida que ese hombre soy yo.
Dux Den