-I-
Tú que casi un Dios eres, que tu fama honra el cielo.
En Ítaca nacido, hermosa por las tardes,
(Sobre la mar te espera, sin fastos,sin alardes)
Tú que sobreviviste, al cíclope y al duelo.
Tú que mucho deseas y es tan fuerte tu anhelo.
Tú que a todos los viste, valientes y cobardes.
Tú que todo venciste, que de alta pasión ardes.
Tú que males sufriste, dolores y desvelo.
Tú que de la remota, de Troya has vuelto errante,
Desviado por mil rumbos, azotado en cien mares,
Y que seguiste firme, con empeño incesante.
Tú que vagaste solo, sin cambiar el semblante,
Solo Tú te encontraste, entre tantos lugares.
Ítaca serás siempre, eterno navegante.
-II-
Tú que al Hades bajaste, que mortal regresaste.
(Ni el valeroso Aquiles, ni Agamenón lo hicieron).
Demasiados penaron y otros tantos murieron,
Pero Tú, a Ítaca, decidido llegaste.
Tú, que la infausta Escila, que Caribdis cruzaste,
(Por gracia de Atenea, del remolino huyeron)
Y que anduviste a ciegas y vientos te perdieron,
Que a las crueles sirenas, amarrado escuchaste.
Tú, que, de altos dioses, el favor malquistaste,
Que al mismo Zeus retaste, con destino nefasto,
Que al céfiro temible, con valor enfrentaste.
Dime que era esa tierra, por la que Tú luchaste,
Si ahora es solo piedra, si es solo polvo vasto.
No fue Ítaca tu amada, fue el viaje lo que amaste.
-III-
Tú que has venido errante, con esperanza plena,
Sobre tu negra nave, que vientos te azotaron,
Y que amigos perdiste, que con el rayo quedaron.
Tú que vagaste solo, con el alma serena.
Tú que sabes que a causa de aquella hermosa Helena,
Demasiados cayeron y otros tantos lloraron,
Pero a ti ni Calipso, ni Circe te alejaron,
Y a Ítaca volviste, luego de ardua faena.
Tú que has venido errante, de aire la vela llena,
Entre feroces mares y monstruos abisales,
No fue Ítaca tuya, siempre será ajena.
Tú y yo, que en ese viaje, fuimos la misma pena,
Tú y yo, que en ese viaje, fuimos uno e inmortales,
Sabemos que Ítaca, siempre un viaje te ordena.