Quiero correr, no puedo,
mis pies se sienten pegados
al suelo, incrustados en cemento,
mis brazos se balancean como
aspavientos, ¿qué hago aquí?,
solo y hambriento,
la lluvia aplaca mi sed,
el agua corre por mi ser
como lágrimas de ese cristo
de la cruz en la encrucijada
de caminos, ese cristo solitario
de los desamparados soñadores
despiertos en ningún lugar,
abandonados al viento.