Se murió la ciudadana Z.
Amiga. Madre. Abuela.
La que nunca evadió impuestos
ni tuvo cuentas en las Islas Caimán.
Se murió
–mucho más pobre que Simón Bolívar–
después de libertar dos hijas.
Murió… sin el “se”,
porque no era algo que quisiera.
No decidió morirse.
Murió sin saber que moriría y sin saber
si tendría para pagar la clínica.
Murió
la que cantaba con fervor el himno
nacional en la escuela nacional
que tenía una bandera nacional raída.
Murió
la que, sin tener beneficios sociales,
siempre procuró lo mejor para los suyos.
Murió poco después de haber tenido un
miedo horrible a morir…
Y, unas ganas desesperantes de vivir.
Y –no es que te eche la culpa–
murió después de haberse acercado a Ti…
Esperando que no Estuvieras Muy Ocupado.
Murió
sin haber viajado jamás a España o Italia;
y,
sin haber sido nunca lacaya de USA.
Murió
la que vivía pendiente… Y triste por
los más desposeídos de su país
y, de los demás países; principalmente,
de aquellos intervenidos por USA.
Murió
poco después de haber sembrado tres
sansevierias.
… Sin haber hecho mal.
Habiendo hecho el bien y mirando
a los ojos a cada quien
sin juzgar… Murió.
Murió sin haber podido odiar,
ni a la Ortografía ni al presidente*
de la República.
Y eso, Tú Lo Sabes Mejor Que yo,
es santidad.
Y si no, pues… ¿Qué será?
¿Qué será de sus sansevierias?
*Desgraciado lacayo neoliberal asesino evasor HDP.