Están solas las calles de cadáveres rotos.
Retales por retiros que apabullan de muerte.
Por eso es regocijo mi vivir, que convierte
en las sonrisas dadas, que fundan alborotos.
Estos niños amados, en albero de cotos,
con sus risas tan puras ,extrañeza a mi suerte.
Me aferro con placer, y mi fuerza revierte
los castigos, sufridos en mi savia, devotos.
Y me alejo del tiempo. Su murmullo entendiera,
en gotitas de nubes de cariño en el mundo .
Mientras en esas voces, que por siempre volviera.
Me quedaré en el campo, crepúsculo profundo,
al cercarme el otoño dorado de quimera.
Me torno un colibrí, que vuela vagabundo.