El constante pensar me ha vuelto escéptico
de alcanzar la verdad al menos básica:
analizo el contexto en modo aséptico
y me invade tenaz la duda clásica
del sentido vital y subterráneo,
sin adornos sagrados o fantásticos
que pretendan lavar mi duro cráneo
u otorgarle al juzgar rasgos elásticos.
Yo no acepto adoptar juicios foráneos,
pues mi estilo de actuar es más bien ácido,
y prefiero los logros espontáneos,
a vivir en un sueño siempre plácido.
Es un modo de hilar más bien metódico,
la tendencia a un pasar un tanto trágico,
evitar un obrar quizá espasmódico
y brindarle a la vida un tinte mágico.
Necesito certeza en mi película,
no es mi objeto morar con una máscara,
esta duda se ha vuelto ya ridícula,
soy un ente que habita en una cáscara.
Hoy preciso aferrarme a tu piel pálida,
manantial de evidencias instantáneas,
para así transmutar la estancia en cálida,
y obtener mil respuestas simultáneas.
Sustentar a mi mente endeble y ávida
con los datos vitales y casuísticos
que disipen mi pose tan impávida
y me lleven a umbrales de aires místicos.