Delicadas melodías atraviesan entre las hojas,
las hojas amarillas que pasan lentamente por un ventanal,
se desnudan los árboles al compás del vaivén del viento
y yo, al mirarlos, hago al cansancio esperar, sabiendo a conciencia
no se duerme sin mis parpados, busco afanosa el sonido,
al pájaro que, en un aleteo en el confín de su pequeño universo,
sobrevive al tiro preciso de un niño, del cazador inconsciente,
del rigor del frio, de las garras de mi gato y que se yo
de cuanta peligrosidad más, pajarito que sabe al máximo disfrutar
del vuelo de sus alas, del ramaje de mi oxígeno, de nuestros silencios,
de la sabia mi rosa y del manantial del roció… enséñame a vivir
a desenchufarme de mi cibernético mundo traicionero,
a buscar aún más sedienta la belleza de otro día saberme viva,
de los jardines, paraísos en los que vives, aunque pétreos
buscar siempre su fragancia, a desfallecer en el rito de las horas
con el propósito de encontrar la paz, esa paz que se agiganta
en el canto de tu pico y en el batir de tus alas…