Con luz violácea,
la hiedra salvaje
del muro insalvable
sigilosa bordea
entre las montañas
el canto ovalado
de los ruiseñores.
En la selva de arroyos
donde beben las aves,
la corriente elíptica
del agua malva
salpica invisible
su néctar de ámbar
hacia los esquejes
de tallos
de afrutados olores.