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EL MORALISTA

 

 

Por Marina Ceballos

 

Desesperado iba

en busca de misericordia

y dijo al jerarca, su salvador;

¡estoy muerto en vida, piedad, piedad!

¡Infringiste las leyes de la academia

años inmaculada,

dijo su jefe.

¡Sálvame! ¡no quiero morir, no!

-has penetrado al hoyo más oscuro- de su humanidad

serás sentenciado.

Cuál es el pecado?

lo sabes, en nueve meses llorará.

Un silencio sepulcral en el ambiente,

altivo, pausadamente camina hacia el paredón,

ataviado con túnica de cuero endurecido,

su temible presencia

hace callar los asistentes.

El acusado suplica perdón,

tiembla, suda, se tambalea, cae…

sabía, le esperaba lo peor,

la ley de -Luzbel- era su final,

caminaría entre las piedras del fuego,

era su sentencia, era su muerte

Así, habló el moralista

(Tovar-Mérida-Venezuela)

10/10/22