Cristales rotos
se ven en los caminos
de vez en cuando.
Muchos escombros,
diversos materiales
que yacen muertos.
Restos de vida,
suspiros encerrados
y algunos sueños.
Cuando contemplo
cristales como éstos,
me siento triste.
Todos tenemos
cristales que besamos
y que nos hablan.
Espejos, lunas,
retratos silenciosos
de mil ventanas.
Y es que tras ellos
la vida está latente
y en su fulgor.
¡Cuántos cristales
juntamos en la infancia
con inocencia!
Ellos tenían
mil besos soñolientos
llenos de magia.
Por eso siento
sus lágrimas silentes
cuando se rompen.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/10/22