Vivo en una hermosa ciudad con olores de azahares
el aire es cristalino, soberbios sus olivares,
gente maravillosa que con espléndida sonrisa
se toman la vida con calma, parecen no tener prisas.
Me cruzo con mi vecino con un cariñoso adiós
el me responde atento, vecino vaya con Dios
y en la calle yo me encuentro, con una viejita encorvada
con la cartera en la mano, tranquila, no le pasará nada.
La esposa no es la criada, se valora su trabajo,
no hay violencia doméstica, no caemos tan bajo,
no se les pega a los niños, se les trata con cariño,
pues comprendemos muy bien, que son solo eso, niños.
No hay violencia ni robos y respetamos la ley
el que estudia, el que trabaja y hasta el mismísimo rey.
dando ejemplo las cortes en sus debates diarios
no se duerme un diputado, ganándose bien su salario.
No hay coca, ni marihuana, éxtasis o hachís
nadie aquí lo necesita por que la gente es feliz,
el traficante no existe, eso aquí ya no es viable
se ve la tranquilidad, para todos es bien palpable.
No hay discriminación por color o confesión,
pues nos sentimos iguales en mente y corazón
el inmigrante es hermano, entre todos los hermanos,
nunca los dejamos solos, tendiendoles nuestras manos.
Solo una pequeña pega en esta hermosa ilusión,
pues al despertar en la mañana se me rompe el corazón,
el vecino a mi saludo con gruñidos me amenaza,
la viejita de las esquina sin dinero ni esperanza.
El rostro de moratones la señora de Don Mendo,
el hijo de los Martínez de palizas esta muriendo,
un robo a la joyería, sobornos a un diputado,
y un niño tomando drogas, su cuerpecito esta hinchado.
Una paliza a un moro, el navajazo a un negrito
no dejan cartera en mano, ni a viejitas o a viejitos
y el aire a mi me sofoca, no hay luz ni color,
no respiro los azahares y le imploro a mi Dios
que pronto llegue la noche para poder yo soñar
con esa otra Sevilla que en mi corazón está.
Ángel Reyes