Ella despojábase de la blancura
en una noche de aparente sinsentido;
su bata caía con el peso de la amargura
tras ese día tan sufrido.
Él en cambio se preparaba
con sus manos de poeta en suspiros;
su mirada por ella ya recitaba
poesías de cantos sin respiros.
Ella yacía lista para ser amada
en la tersura de una cama prometida
largamente en su vida ahora pasada,
esa que creía tan consentida.
Él disfrutaba sus últimos estertores
de esos poetas fervientes y enamorados;
ahora debía abandonar con ella sus temores
para hacer esta noche versos ya trazados.
Ella ya sentía vibrar su cuerpo en alma
con los versos de caricias acompasadas;
en sus rimas sus gemidos vertían su calma.
con el jadeo de sus pasiones aclamadas.
Él sentía ese mismo vibrar
en casa verso que escribía su boca;
parecíase entre sus labios quebrar
ese temor que ahora de ella derroca.
—¡Ámame!— decía ella sin en vano,
—Quiero que me hagas esta noche tuya,
como el calor hace a su verano,
como ese invierno en que el frío fluya.
—Te amaré esta noche sin motivos,
con la intensidad de estas caricias al viento;
tanto como mis versos por tí vivos,
aquellos en que alojo este sentimiento.
—Quiero que me ames con tu alma desnuda,
ahí donde yo sea del poema esa dulzura,
perdida entre los labios de mi alma muda,
esa que acalla de mi voz mi amargura.
—Te amaré esta noche sin prisas,
que mi alma por tí conserva
estos versos perdidos entre las brisas
de las caricias que tu propia alma conlleva.
—Quiero que me ames hasta el vacío
ese que llena este abismo oscuro;
que tus versos me llenen con su brío,
ese, propio de un poeta puro.
—Te amaré incluso hasta ver latir
ese corazón por mí desesperado,
pues, quiero oír de sí ese gemir,
como si siempre estuviera ahogado.
Así pasaba la noche ardiente
y desnuda de sus propias horas,
como si se apoderara de ella el silencio creciente
entre versos de poemas sin demoras.
Ese mismo silencio de pronto se vió sacudido
por ese alarido de voces sin pudor,
entre los TE AMO dados en cada gemido
que quitaban del frío a esta noche con su ardor.
Así se iluminaba esa oscuridad
con cada jadeo dado entre sí,
por dos cuerpos desesperados de sensualidad
de un amor color carmesí.
Así, entre los rincones de su piel,
se escribía cada verso eternamente;
dos enamorados amándose hasta el amanecer,
con un poema en verso silente.