Me escoltan esas sombras preludios del ocaso,
penumbras quejumbrosas marchitas como un duelo,
herido de tristezas huyendo hacia tus brazos,
maltrechas mis dos alas para el último vuelo…
Antros tenebrosos de parias sin destino,
desde un lugar infame poblado de despojos,
los niños de la calle perdidos del camino...
nos miran inocentes con el Cristo en los ojos...
Y arrullando en tus brazos su pálida inocencia,
polvo del del abandono pasto de la indolencia,
vas clamando a los cielos con ímpetu iracundo,
por los ñinos que viven de infamantes despojos,
y miran inocentes con un Cristo en los ojos,
que increpa enardecido el corazón del mundo...