Escúchame, Señor, porque a ti acudo,
acepta mi oración; es mi primicia,
respóndeme conforme a tu justicia,
defiéndeme, mi Dios, serás mi escudo.
Sin ti, todo mi ser está desnudo,
sediento de tu abrazo y tu caricia,
soy mártir del temor y la destricia,
mas dices: ten confianza ¡yo te ayudo!
Se aferra el alma mía a tu presencia,
mi ser te necesita diariamente,
incluso más que al aire en mi existencia.
Hoy vengo a ti, Señor confiadamente,
elevo mi oración con reverencia,
porque eres tú, mi Dios, Omnipotente.
Autor: Maikel Mendoza