Pablo240

El corazón

Si el oído es laberinto del sonido

y la mente ruta sin fin del pensamiento,

hay otro que comparte el movimiento

y que encenderlo es saberse perdido.

 

Sobre sí llueven augurios y esperanzas

sentidas en frescas rosas del estío,

más también, como en oscuro río

se ahoga en desazón lo que era templanza.

 

Entre negros y verdes pasadizos

una puerta al amor o la tristeza

se abre o se cierra con presteza.

 

Al centro está, y su latir rojizo

silencioso enardece nuestros huesos

despertando al alma sus sentimientos.