Fue mi supremo desliz
de gran belleza investida,
que con pasión desmedida
hizo sentirme feliz.
Con su beso de aprendiz
y con lujuria encendida;
fue mi supremo desliz
de gran belleza investida.
Con su precioso cariz
tan ingenua y retraída,
de ternuras embebida
retozando en el tapiz,
fue mi supremo desliz.
Autor: Aníbal Rodríguez.