El tiempo;
Paralelismo, del día y la noche.
Siempre, siempre, oscuridad.
La casa;
Una gemebunda, sórdida tumba.
Los espacios;
Tan espaciosa, como el más amplio, ataúd de moda.
Su extenso corredor;
Tan difuso y profundo, como medio paso al frente,
Con imposibilidad de giro.
Los convidados;
Cientos de putrefactos y asquerosos gusanos.
Tan pequeños, como devastadores.
Matizados con ocre, de peludas patas.
Su fragancia;
Aromatizada, con extintos efluvios,
Genuinos de mortecino difunto.
El discurso;
Grita en silencio, la juventud de su afonía.
La vitalidad, de su muerte, día a día.
Lo imposible e improbable.
Rascarse el pie.
La cena;
Es él...