Anoche estaba solo en casa...
Aburrido... melancólico
de las cosas que pasan.
Quería salir con alguien,
alguien que fuera distinto,
distinto a mis amigos y a mis padres.
Al acercarme a la luz
vi tras mío a una sombra,
mi sombra.
Me dijo con serenidad:
-¿Quieres mi compañía?
Salimos con paso firme;
pero caminamos reposado
por las calles casi obscuras,
salvo por la luz de la luna
que a mí me reflejaba
y a ella proyectaba.
Le conversé de mis dudas:
sobre la discutible sinceridad
de todos los hombres;
quise exacerbarme de un todo,
sincerarme en lo más profundo
que sentía hasta ese momento,
de lo que en mí pasaba.
Contarle de mis angustias y temores.
De por qué nuestra existencia
estaba atiborrada de rencor,
violencia y egolatría ...
De muchas cuestiones le hablé.
Ella me escuchó atentamente,
sin interrumpir un sólo instante,
como tomando apunte de cada palabra,
como rumiando cada frase que le decía.
Me detuve, se detuvo.
Esperé que ella diera respuesta
a todos mis recelos e inquietudes.
Me dijo con seguridad y sin duda:
-Tú eres fuerte y valeroso
como muchos hombres lo son.
- De ti depende cambiar el mundo
a pesar de sentirte con imperfección.
La naturaleza también es imperfecta,
me señaló. Has visto la inequidad del
agua caída en las distintas latitudes,
animalitos deformes,
extinciones de especies , entre otras.
A pesar de todo, la naturaleza y la vida
continúan para siempre superarse y
ser mejores.
- No decaigas...
-Vete tranquilo, te conozco plenamente
en los días con luna y con sol.
-Te ayudaré a enfrentarlo todo con
sabiduría
y estaré siempre a tu lado,
a pesar de no estar presente en las noches
y en los días en que más lo necesites:
cuando esté nublado.