Cae la soledad en mi pequeño pueblo,
y adentro de su templo
me quedo rezando a su santo patrono,
terriblemente solo...
Mi mente viaja a otro tiempo,
alcanzado mi juventud y la vida que he perdido,
así cada latido, cada latido...
cayeron hundidos en el nocturno silencio...
En este rincón vasco,
donde nacieron tallos al sol oculto y frío,
hoy está tan vacío, e inanimado,
que estamos solos como lo está el olvido...
Pueblo abandonado, al que adoro,
con este amor recio sobrevenido poco a poco,
al que Dios está mirando,
y a través de mi fe humilde lo evidencio...
Con mi cachaba en la mano,
es mi oración escuchar el susurro del verano,
saliendo al camino lento,
por el cual me abandono a Ti Cristo mío...
Luego en la noche de nuevo te invoco,
yo que tanto te amo,
entre las ancianas paredes de mi caserío,
en Ti encuentro refugio...