¿Alguien pudo observar
en la noche taciturna
cómo una estrella fugaz voló
para, encolerizada, poder besar a su majestad la Luna?
¿Alguien pudo tal vez
sacrificar su escasa voluntad
y a sí quizá poder ver
más allá de su ser
Y dejarse cegar por esa bella luminosidad
que habitaba en su alma?
Nadie quiso ser espectador
del resplandor de tal belleza
Y de nuevo,
en la lúgubre mañana
las hermosas aureolas
risueñas en su gracia
vuelan con grandeza
la infinidad de nuestra ignorancia
que brilla ilógica
sobre aquellos mundo lejanos
que observando tal ingratitud,
deciden evadir su hermosa luz
sobre el ser humano.
Y como un día más,
Hoy el Mundo fallece melancólica en su pena.
La luna y la estrella fugaz
que un día se juraron amar
quedaron alejadas
y dañadas,
en su pesadumbre jamás se llegaron a besar.
Nadie luchó con la enemiga oscuridad,
el resultado fue, la extinción de la pasión
para la eternidad.
No quisieron abrir los ojos de su corazón
y éste, murió en pena.
Todas las promesas
fallecieron ante la ausencia de amor,
y finalmente todo quedó en el olvido
en este oscuro poema.