Escribo calmadamente la palabra te amo, consiente y cuidadosa
como si en el papel se afrentara mi deseo por decirlo.
Le digo al viento que te amo, y me trae esquirlas de polvo
como si corrompido, quisiera con ello enterrarlo.
Pronuncio un te amo frente a la llama ardiente y ella se yergue
como si en su intento vano pudiera reducirlo a cenizas.
Y finalmente cuando esta tarde nos encontramos
mis ojos no pueden más callártelo, te lo grita mi sonrisa,
mis besos, mis dedos que se trastocan a la caricia,
pero mi boca enmudece, como si callándolo pudiera con eso
dejarlo de lado, controlarlo, mudarlo o apagarlo.