Rigurosa intemperie
ampara el insomnio de
“petrimusgosas”,
efigies
que,
como sembradas
por ciclópea mano,
puntean
- ¡oh museo de retratos! -
el paisaje de mi
prestada Serena.
Dioses que esperan
la saturada y juguetona luz
de un sol en busca de su cenit,
cambie el semblante
de sus estatuarios
perfiles en la
dehesa
deseosa en
retoñar.
Bastiones contra vientos
de siberianos amaneceres,
dais
en vuestras resquebrajadas
ancestrales entrañas posada al
lagarto,
que…,
frisando su verdiamarilla túnica
en el rociado musgo,
sale vigilante al balcón
con vista a la campechana
y
majestuosa pirámide.
¡Qué nunca falta a la cita!
‘Balconeando’,
en su atrayente primaveral traje,
coquetea
sus graciosas líneas,
(se baña en calor)
para luego
sumido en pétrea inmovilidad
degustar
escarabajos y saltamontes.