No sabemos de colores en occidente
por eso pintamos de blanco las fábricas de desesperos,
plantaciones de quejidos,
de amargos encuentros,
ancianos desvalidos y una Catrina garbancera
que con plumas se pasea
y nunca se viste de negro.
No, no sabemos de colores
ni de niños que pueden ver
lo que nosotros ya no podemos.
Ahora que voy para viejo
no me dejes en blanco,
color del olvido, del desahucio,
uniforme de los fríos,
los que siempre te miran de lejos
y cuando marchan...
Van sembrando vides de silencio.
Que sabrán ellos de colores,
del Oriente,
de las Mil y Una Noches de Sherezade
ni de la infinidad conceptual de la vida
que fue tejiendo con sus cuentos.
No, no me dejes en blanco
porque lo que ellos no saben
es que hasta los más bellos atardeceres
siempre se funden en negro.