Tus ojos en soledad andan como las olas.
Mi alma juega con ellos como los barcos ebrios
que adentro llevan vino, sal, locura y pasiones.
Es tu vientre el que suena
como una cueva de pájaros.
Hambrientos de libertad, sedientos de sol y luna.
Tu piel salvaje y blanca se moldea en mis manos.
Y así como un convicto
caigo preso por tu voz.
Infernal espina, aún recorres mi alma.
Trémula tras tus pasos, la luna llena el cielo
con la melodía perversa de mis
latidos vacilantes.
Tu andas tranquila entre los ramajes,
acicalando el tiempo con tu aroma.
Mezcla de sangre y miel, de carne y rosa.