Raiza N. Jiménez E.

Tan sólo Dios.-

Este día desperté enrarecida.
Iba a la presencia del que todo
 lo puede y he pedido misericordia para mi alma.
Con Él he hablado desde mi corazón.
Vengo sin que Dios, me diera alguna
comprensible explicación.
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En esas plegarias andaba cuando
tu presencia se elevó ante mí y
se hizo dueña del tiempo y de ese espacio que he convertido en el
Santuario de mis sueños y mi emoción.
Son mis súplicas, mi canto y mi oración.
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Has profanado mis más recónditos
pensamientos y sentimientos.
No te has dado cuenta de lo
mucho que te he amado,
ni del amor que por ti sentía.
Tampoco, qué esa, era la pena mía.
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Con curiosidad te pregunto mi Dios:
¿Y es qué puede haber algún
amor cómo el que yo he sentido?
Dios, tú no me responde, pero mi
pecho,comienza a contestar
con sus fuertes latidos y
dos lágrimas que corren a torrente
y sin reparo, para terminar en Él.
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Ay mi Dios, en mudo lenguaje te sigo,
preguntando: ¿Padre Celestial,
porqué todas esas cosas, sólo
las siento yo?
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Un grito ahogado, obtengo por
respuesta, es el sonido de mi
alma qué, desnuda, me condena.
Ella, me muestra mi triste pena.
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En el acá y por azar, unas palabras
brotan de mi pecho y se quedan
presas, en este mi adolorido cuerpo. Quizás, ellas llegaron para, mi angustia tranquilizar.

Sin embargo, como siempre, 

Dios, al fin responde:

“Hija todo está listo y nada es al azar.”
Y, así me quedó, al fin, dormida y
confiada, sin pensar, en mi penar...