Ayer, quizá, hubiese sido posible pronunciar tu nombre
Pero ahora, un silencio inevitable ata mis labios
Ya no duermes en la estela de mis recuerdos. El intenso fulgor de tus ojos claros, marchó junto con ellos. El desvelo de mis noches lo arrastraste más allá del océano infinito. Y el resto… Si, el resto, quedó anclado en la bóveda azul de mis añoranzas.
Cada tanto, al remover el dichoso baúl atiborrado de esperanzas. Brota al unísono, la cadena interminable de composiciones poéticas que, adornaron por lunas, la luz de mis ojos pardos, y el broche dorado adherido a mi pecho.
Fue la sombra que se extendió más allá de mi blanca túnica. Fue la dicha que por instantes saboree eterna.
Imagen: Créditos a su creador
Luz Marina Méndez Carrillo/1710/2022/ Derechos de autor reservados.
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