Sucedió, cosa santísima,
que yo siendo aún niño
y tan fuera de mí
reinara en el alma de todos
para que ahora,
en un impulso sin voz,
arrastre todas las cosas
ofrecidas en cortesía
a mi ego terrible,
que me tiene así por la vida
dependiendo siempre
de lo que otros pudieran decir
o pensar;
para que ahora
esta frente de piedra
se imponga a mi paso
a través de los campos del éter
sin dueño,
y todo esto
previo al gran colapso
que se presagia en los seres
del tiempo,
como una sucia cura
que ya al cuello te envuelves
mientras llueve en las calles
de tu mente en ruinas.