No te engañes, no buscas poesía, me buscas a mí, ya te vi las intenciones que encubren tus aplausos en el café nocturno, las canciones que me pides que cante, delata tus pretensiones, porque esas letras no son tu dolor ni el mío, son letras que atrape de una conversación en la barra, mientras disfrutaba mi tinto, la otra melodía, donde el dolor se viste de fantasía, tampoco soy el protagonista.
Cuando uno escribe, no es que sea el protagonista de todas esas aventuras. El poeta se mete en la piel del otro, absorbe el dolor de la noche y lo hace canción, lo que pasa que hay veces que empatizamos también con el vino, que nos volvemos mono de titiritero del dolor y asumimos las culpas y placeres de la noche y vamos dejando por ahí diseminado el dolor y la nostalgia de otros,
A mí me pasa algo similar a lo que a ti te pasa con mis letras. Yo antes le creía a pie juntitas a mi almohada todos los consejos que me daba, hasta repetía textualmente lo que me decía. Muchas veces fui literal al pedir a la noche que se quedara, que pasara por mis cuerdas, que me diera a beber su sabor, como ella me lo aconsejaba, hasta que descubrí su mentira. Solo jugaba conmigo.
Desde ese tiempo no le creo a mi almohada y cuando quiere hacerme creer que lo que soñé es un deja vu, le digo que sí, que estoy consciente de ello, que se parece mucho a lo que me ha pasado durante la noche de ayer, pero ella, mi almohada sabe que ya no le creo nada. Incluso a veces me cambia los olores de algunos recuerdos, por nostalgias que no se han ido y revolotean extrañadas.
Yo no soy mis versos, mi vaso de tinto es vinagre, es hiel, desenfado, olvido, desesperanza y los sonidos de mi guitarra son gemidos, crujir de maderas ensambladas, que desgarra la noche con furor. Yo soy el que espera y desespera. No espero la noche ni canto para que me invites una copa o pongas un clavel en mi mesa. Canto porque es la única forma de vivir, sobreviviendo, soñar a que vivo .
LENNOX
EL QUETZAL EN VUELO