Y, David, frío, pero, muy indeleble con su propio corazón, cuando su corazón pinta a amar a una mujer. Una mujer, no cualquier mujer no, tenía que tener unas cualidades que él, David, se imagina. Tenía que ser la mujer de sus sueños, y de cabellos rizados como se enrede entre sus dedos el cabello. Cuando en el alma de David, quiso ser como el hombre más soltero de todos los tiempos, y más solo en la maldita soledad, y más solo que el mismo poema que David escribió para su alma, y, el cual, dice así…
¡Oh, Dios!, la mujer que amo,
no la puedo tener ni la encuentro,
¡oh, Dios!, ¿por qué esta soledad me ahoga?,
estoy solo como un ermitaño,
cuando sabes que no soy tacaño,
con la vida misma,
si quiero amar a una mujer,
que no llega a mi vida,
si quiero entregar el corazón,
y el amor que no llega,
y yo amarrado a esta soledad,
me pierdo sin libertad…
Y, cuando David, escribió este bello poema, mira a la fiebre de luna, y se le vino una musa o una inspiración de que su mundo se ha vuelto de tal manera un remolino en la maldita soledad, y solo, sí, solo y no se retiró de ese sillón donde observa a la fiebre de luna, con una locura de ver y de mirar, lo que ocurre cuando él mira a la fiebre de luna. Se le electrizó el cuerpo, y David, vuelve y mira a la fiebre de luna, cuando en su delirio y la dosis de ese inyección de amor, de compañía, del amor de una mujer, y el calor del amor de una mujer, y el apoyo de tener una mujer inteligente, y que sabe lo que desea, así eran parte de las cualidades que David busca en una mujer a parte de tener integridad, virtud, decencia, inteligencia, ser una mujer cabalmente una mujer. Y, David, llora más que nunca en soledad, una soledad devastadora y herida y sin Dios está David, cuando no halla lo que quiere su alma ni su corazón. Y escribe un poema que dice así, acerca de la mujer…
¡Oh, Dios, la mujer qué sueño es,
es como la fiebre de luna,
y como ella ninguna,
pues, tendrá mi amor,
y también mi dolor,
y el calor y el fuego que deseo yo,
como esa luna,
y así es… la fortuna que quiero yo…!
Y David piensa y crea la forma más divertida de estar solo en la maldita o bendita soledad, de acuerdo de cómo se mira la situación en donde David es feliz, pero, no del todo. Y, David, claramente e indeleblemente mojado, pero, adherido a esa lluvia que pasa en su hogar, cuando en la soledad no desestima ni en cumplir sus sueños, ni en saber de que su mundo cae en su propio corazón. Cuando la alborada no llegó, después de ese sueño en crear a la mujer de sus sueños, pero, no quedó así, sino que quiso crear en papel y tinta y la dibujó en un cuadro canva. Y David piensa en creer que ésa mujer no aparecerá más en su corta vida, pero, tiene una ilusión y una esperanza, un sueño y un deseo en hallar a ésa mujer. Cuando en el momento se siente como el sueño o como la ira de una nueva aventura en que cae el deseo en querer amar a una mujer así. Y, sí, que quiso ser como la fortuna o como la fiebre de luna, cuando aquél dibujo la imaginó, la creó y la dibujó a su manera, a su forma y con la ciencia inteligente de su alma dando preámbulo, de que sí tenía facciones de inteligencia, actitud de inteligente, y un nombre, y cuando logra ponerle el nombre quedó palpando el dibujo y creyendo de que sí existe la mujer de sus sueños, pero, se dijo una vez más que el deseo y lo cumplido no requiere más en el alma una buena suerte en hallar a ésa mujer de sus sueños y más de sus deseos inocuos, y que sea su alma tan transparente como el diamante. Y, se preguntó, ¿dónde hallar a ésa mujer?, ¿dónde está?, ¿dónde se encuentra mi sol y la fiebre de luna, la que me puede dar calor, pasión y candente y ardiente amor? Cuando en el alma de David, se encierra el deseo, la compasión, y la energía en poder hallar a la mujer de sus sueños. Siendo David tan meticuloso, tan insistente, y persistente, y creyendo en el alma de ésa mujer sólo quiso en ser como el aire, o como el desaire y creer volar lejos de su propio destino o de su mundo sin ésa mujer. Y volvió y tomó lápiz y papel y escribió otro poema, el cual, desató el lápiz, y bifurcó su entendimiento, su capaz inteligencia, y lo que él desea y lo que quería a ésa mujer…
¡Oh, mujer de cabellos rizados,
que calla en silencios,
que no tiene virtud,
ni integridad,
sino que es pobre de mente,
pero, que ama realmente,
y se entrega como nadie,
y que besa y entre sus labios,
cae miel y de la buena,
cuando en la piel,
calla de sensibilidad buena…!
Y, David, se dijo para sí, es un poema de despecho, sin sentido, y sin más que poder amar y ser amado como David quería. Y fue la explicación que dio a ese poema que él mismo escribió, cuando en su afán de creer en el combate de la vida y de hallar a ésa mujer sólo quiso retroceder y ver en sentido adverso la vida, porque cuando amó a su primer amor, quiso entregar cuerpo y alma vida y corazón y nunca supo cómo hacerlo. Y cuando calló en silencio, se dijo una vez más de que sí, existen mujeres sin virtud y sin inteligencia, pero, que aman de igual forma y hasta más que otra que posee las cualidades que David busca en una mujer.
Y, David, formando una encrucijada entre el bien y el mal de su pobre mente, cuando en su afán de creer en el amor quedó como un simple hombre sin más ni más que amor en su corazón dormido. Y esas voces petrificando lo sucedido cuando en su delirio quiso apaciguar, pero, no quedó en más callar lo que expresan esas voces que… -“no tienes amor…”-, y quedó como principio y con una vez en el alma quedó como órbita lunar derribando, pero, atrapando el sentimiento y tan inocuo como poder ser un hombre sin amor. Y, sintiendo en el alma de David, un amor que pasa desapercibido y como una flojedad de espíritu cuando no logra acechar el amor en el corazón, como una vez en su propio destino. Y, David, en el sillón de su hogar observando a la fiebre de luna por la ventana, miró y rió y lloró una vez se dijo que… -“no tienes amor…”-, cuando en el alma de David quedó derribando el corazón lleno de amor, y de un sólo suspiro cuando en el alma quedó como una verdad en que sólo el sueño de encontrar un amor quedó como el sentimiento oscuro y sin doble sinceridad sin más amor que el amor a la fría soledad. Cuando se descubre el sentido en amar nuevamente, pero, quedó como un simple hombre, el cual, se destruyó el ánimo en no conseguir un sólo amor, y como descendente de una luz que lo persigue y consiguió una fuerte desilusión cuando en el alma desató una furia de un amor que no logra conseguir ni obtener. Si cuando en el alma de David se vio insospechado de iras, de llanto, de odios y de desavenencias incoloras de un tiempo en que el deseo se vio de tornasol y no en blanco y negro como la oscura soledad que a veces llega sin avisar, pero, que nos llega a unos cuantos en la vida. Y, David, como la vid, y como un sueño en el alma y más en el corazón, se vio intrínseco, insípido e impasible, en querer amar el alma de vez en cuando cuando más quiso sentirse amado, pero, no, no quiso amar hasta hallar a esa mujer que tenía esas cualidades superflúas de autoridad dentro de su corazón. Y sintiendo el puro frío de una soledad que se perfiló como el primer sentimiento en el corazón de David. Cuando en el altercado frío, de ver el siniestro cálido de la fiebre de luna en el mismo cielo, cuando en el sillón del hogar de David, se vio fríamente álgido como el tiempo y como la osadía de no tener un amor en el corazón. Cuando en el ambiente se dio gélido y tan mal inconsecuente de creer en el mal incurable con la única salvación de creer en el embate de una conmísera insistencia de tener un amor en el corazón. Si en el desmoronamiento de la vida se vio David como el comienzo de un sólo todo, y no era como el instante en que se debió de sentir el aire como la osadía fría e insistente de creer en el alma gélida con la mala suerte sino que no tiene amor, y las voces aún le dicen que… -“no tienes amor…”-, cuando en el miedo de creer en el amor a toda costa se vio fríamente sin ningún amor. Y, era David, el que era como el amor sin amor, sin una mujer para amar, para sentir fiebre de luna, candente, y pasional, cuando en el alma de David, se sintió como tan delicado el cielo y más como el aire con la fiebre de luna. Si en el alma de David sintió el suave desenlace de creer en el alma muerta de espantos nocturnos cuando se siente como tan suave el cielo y más como el delirio frío de creer en el alma desierta. Cuando en un instante se siente como si fuera el hielo frío o como el desenlace final de un episodio, cuando se sabe que la vida es como una certeza de un mal vivir y sin más que un amor verdadero. Cuando en el alma se siente como el único desafío en dar una sola certeza en derribar el frío. Cuando en el alma fría se siente como un desafío gélido y tan frío como el corazón sin amor. Y, David, frío y sin más amor, que el de una mujer, con debatir una rica sensación de amar la desventura en querer amarrar el ocaso y más que eso en el instante de dar una conmísera existencia y tan fría como el hielo. Cuando en el ocaso vivo se sintió como el áspero desenlace de ver el cielo de tornasol, cuando en el sol era lluvia, y no sol como la fuerza de espíritu de entrever como el aire como el desaire de una desventura, cuando en el ocaso se vió frío, cuando en realidad pasaron dos lustros, desde esa noche fría y sin sentido en que vio por última vez, David, a la fiebre de luna. Y fue que ella llegó o no logró cosechar el amor en el corazón de David. Mientras que el tiempo retrocedió y fue como el tiempo en reverso, como el ocaso con flavo color y como la noche fría, pero, tan candente como la fiebre de luna. Cuando en el instante se dio como el invierno frío y tan gélido como el mismo tormento, en que se debate una mala sorpresa en que se siente como la manera más trivial en que el ocaso se fue del cielo cuando llega la noche álgida como el mismo tormento en que se perpetra la vida. Si en el afán de amar en el reflejo de luz en el cielo, y más en la fiebre de luna, se vio David fríamente indeleble cuando en el tormento se adhirió como el mismo mal instante en que se cuece el delirio frío o como el mismo desafío de sentir el silencio en cada gota de pasión. Cuando en el alma de David, se vio fríamente inocuo como transparente y trascendental, como la fiebre de luna, cuando en el ocaso y en el cielo frío se sintió la fiebre de luna, como candente y tan pasional como la misma era o época en que vio a la fiebre de luna por última vez. Si David fue y será como el derribar el ademán frío y tan gélido y tan tormentoso, como barrer la vida y el suelo con el cielo derribado de fiebre de luna. Cuando en el frío ademán se vio David y tan álgido como el saber de la insistencia como el poder saber en ser un fantasma frío sobre aquella pared en que se cuece el alma de gélido futuro cuando sólo se sabe una cosa que es candente como pasional y de subrepticias caricias de un amor que quizás llegó en el corazón de David. Y sintiendo el suave desafío en querer borrar del tiempo a su primer amor, sólo quiso entregar alma y corazón, vida y emoción cuando a la puerta le tocó una mujer en que sólo desea una sola pregunta a la espera de poder abrir la puerta. Y mientras en el suburbio de su pobre corazón, quiso y escribió un poema, el cual, se sintió como el frío instante, el cual, lo leyó David, después de dos lustros, el cual, dice así…
¡Oh, mujer de cabellos rizados!,
y que en silencios y con tantos labios,
humedece mi vida,
y con herida a mi loca insistencia,
cuando se hiere, como se quiere,
sí, si la amo como se ama a las rosas,
y llena de espinas,
me duele hasta el alma,
el dolor en la piel sin calma,
y como una herida punzante…
Y, David, sin penitente insistencia derribó el alma y hasta el cielo de fiebre de luna, cuando su candente pasión se sintió como lo áspero de un sólo tormento, cuando en el alma se hirió cuando no halló al amor en su vida y más por una bendita mujer.
Continuará……………………………………………………………………………