Estoy cansado,
se dijo el caminante,
y se detuvo.
Buscó la sombra
y el banco, bajo ella,
para sentarse.
Cerró los ojos,
al mundo y al instante,
para soñar.
Y poco a poco
sus ojos rescataron
algo de luz.
La luz del alma
envuelta en poesía
y con la magia.
Cantaba el campo,
las nubes en el cielo,
también el río.
Diversos sones
venían, en corales,
hasta su oído.
Y despertó
del sueño su sonrisa
y vio la luz.
Luz de tus alas,
la luz del día a día,
mi mariposa.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/10/22