Suelo correr las veces que sean posible, voy a un parque y en cada estirón desecho un fastidioso pensamiento o una idea que está hirviendo en la cabaña del anciano qué se dedica a romantizar las peores decisiones.
En cualquier esquina arbolada hay una banca solitaria esperando por mi cansancio, tal vez, soy un necio o un estúpido, pero ¿No es la misma premisa de la muerte?
En una vida dónde estamos empujados a correr estirando una oportunidad, un acierto, un error, una perdida, estirando un perdón o un sufrimiento, solemos correr desesperado queriendo parar, ansiando respirar profundo y que todo se detenga, que todo se resuma a una bocanada y descansar.
Correr me ha otorgado la Epifanía más clara que he tenido de la vida.
Entiendo el por qué los escritores nos cuesta tanto integrarse a las actividades casuales del hombre, todo es absurdamente racional, cada movimiento representa una idea.