En la quietud del campo,
la noche es perfecta en lo contemplativo,
y con un halo de santo misterio
el ambiente sugiere de amor un ejercicio...
Y en ello adentrado,
humilde a Dios le estoy invocando,
y de paz sobrecogido,
con encendido fervor le magnifico...
Se me va un suspiro,
al pensar que de siempre le conozco,
y con mi fe le adoro,
sabiendo el cómo, en dónde y cuándo...
Más de un alto techo,
sostiene mi tiempo en el que habito,
hasta el momento preciso,
en que me alce del cosmos a su paraíso...