VITRALES DEL ALMA

COMO EL JUEGO DE LAS ESTRELLAS

 

 

 

Correr, correr y correr hasta alcanzar los sueños. Correr porque la vida acaba, porque la juventud se esfuma, porque la madurez fenece. Este palpitar tan acelerado, no es más que una manera lenta de morir. Sabemos que, el tiempo agita con prisa el color de sus blancas alas.  Cada instante es vida, es eternidad. Cada instante es el rostro de la muerte misma, que no es nada distinto a la transmutación de la propia vida. Nunca morimos en realidad. 

 

Dentro o fuera, el alma se aburre y el espíritu se sacude. Desea saber, conocer, ahondar en ese misterio que lo envuelve. Apartar los velos que inhiben u obscurecen la claridad en sus pupilas, para divisar, aunque de lejos, la última realidad.    

 

A veces me indago

 - Qué es la vida

-  Porque aquí y ahora

- A quién beneficia

- Porque la familia,  lazo benefactor y látigo  destructor

- Porque las alas del bullicio aterrador

- Porque la soledad que duele y asesina contrasta con la misma que engrandece y gratifica.  

 

Eterna dualidad que destruye y beneficia. Es el sinnúmero de etcéteras que merodean sin respuesta. Es un instante que se extiende ante la mirada incierta, franja insoportable de la inequidad que, rebota como orla desesperada dentro del ser. Pero al unísono, el karma agita dentro, muy dentro, buscando justificación.

 

Si el orbe es inmenso como inmenso el juego de las estrellas. Por qué del mísero egoísmo que aplasta y aniquila. Es de todos, el habitar en esta esfera silenciosa que nos permite pernoctar hasta el último quejido, para luego, de un soplo, aventarnos al socavón del olvido.

 

Imagen: Disney Independent en Español.  

Luz Marina Méndez Carrillo/23/10/2022/ Derechos de autor reservados.

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