Las horas, los minutos, los segundos,
veloces como el río se deslizan;
sus brumas nuestros sueños los tapizan
con nieves, que los dejan moribundos.
Con vientos muy severos y errabundos,
sus alas de impiedad, los neutralizan;
y bellas ilusiones paralizan
volviendo los ensueños infecundos.
Por eso debe siempre de vivirse
al tope de placeres la existencia;
y llenos de fervor poder vestirse
con flama de fulgente incandescencia;
y todos los pesares sacudirse
teniendo de coraje fuerte esencia.
Autor: Aníbal Rodríguez.