Oh, desdichado.
Azota a tus huestes.
¡Redúcelos!
Aún nunca es tarde
para esos estúpidos brincos,
renuncia a toda gloria
por un poco de ese don.
Perdónalos:
no es su culpa del perdedor.
Los caminos me lleven
a buen fondo
para esta hipnosis
y el sinsentido crónico
que me visita...
Estoy sin dosis
esperando cita
con mi psicólogo
que es también mi amigo:
no veo lo lógico
a decir más que sí
a quien me obliga.
Sería anecdótico
si yo te lo hiciera.