Fuiste Erató, mi musa lujuriosa,
entre todas la más irreverente,
sin decoro, impúdica, y la imprudente,
tan sutil y a la vez la más fogosa.
Te corona la cítara y la rosa,
tu cuerpo que me muestras indecente
memoria de la noche más ardiente,
cuando mi labio besó el de una diosa.
Impúber, juvenil y tan liviana,
me amaste sin mesura y protocolo,
suspirando en mi oído casquivana
que serías mi amante, y yo tu Apolo.
Y todo terminó por la mañana,
salió el sol, te marchaste, quede solo.