Hoy le canto a mis días del pasado
cuando fui del amor un mosquetero
escuchando el arrullo placentero
de un suspiro febril y apasionado.
Yo viví del amor lo más sagrado
que nos brindan las damas con esmero;
cuando sienten vibrar locas pasiones
que aprisionan sus tiernos corazones.
En sus labios carnosos y sensuales
encontraba las mieles más divinas
que despiertan fogatas venusinas
como ríos con tórridos caudales.
Fueron siempre sus senos dulces griales
do libaba las savias cristalinas,
que poseen la magia encantadora
de la dulce lujuria arrolladora.
Yo gocé de sus formas impecables
los encantos que embriagan y seducen,
cuyas flamas de excesos nos abducen
con sus mórbidas gracias inefables.
Sus miradas de anhelos insaciables
poseían los rayos que conducen
a vivir de pasión la gran orgía
empapados de ensueños y placía.
Hoy que otoño visita mi existencia
y sus nieves mis sienes acarician
no le temo a sus vientos que propician
de los años su estela de inclemencia.
He vivido la gran efervescencia
de las ansias sublimes que desquician,
entre teas fulgentes y volcánicas
de quimeras ardientes y mesiánicas.
Apacible recibo su llegada
cual si fuera mi nueva primavera,
que me trae, quizá la luz postrera
de un nueva ilusión de luz bordada.
Y contemplo sonriente la cañada
siempre llena de lumbre mañanera
donde vuelan canarios muy risueños
como vuelan mis versos y mis sueños.
Autor: Aníbal Rodríguez.