Una rosa abrió la puerta,
una rosa original y áurea,
diferente, ufana, esbelta,
y humilde dama quiso ser.
Le reservé la mejor morada
en el edén de mi querer,
y la rodeé con verde
esmeralda de esperanza,
y perfume de hierba luisa,
y con menta y espliego,
y con tomillo y romero.
Sana envidia de alegrías,
alegría de clavelinas,
perfume de azahar,
suavidad de geranios,
delicadeza de violetas,
elegancia de orquídea.
Todo esto y mucho más
poseía aquella rosa linda
que en mi jardín lucía
entre rosas de carmín
y adornos de jazmín.
Delicada rosa, aquélla,
que un día abrió mi puerta
con lágrimas en sus espinas
y ansias de sanar su herida.
Su medicina era dulce poesía
y ramilletes de flores de vida
que ella alegre, cada día, lucía;
su medicina era poesía fina
y fragancias de aquel jardín
que ella respiraba y absorbía,
que ella libremente componía.
12 de octubre de 2009
Pau Fleta