Pienso mucho, ahora que voy juntando
mis disgregados trajes
y reposan mis sombras
al pie de sus zapatos jubilados.
Pienso conmovido, en la dicha
del polvo errante, ahora que los recodos
del camino son símbolos
de los latigazos en que se quiebra uno
en su destino.
Tú no sabes cómo duele ¿verdad, Señor?
Cuando una rosa se levanta
de nuestros huesos con ganas de encontrar
un alma.
Tú no sabes cómo se diluye la luz que sueña
con su estrella
desde el fondo oscuro de una letanía.
Tu si sabes de silencios ¿verdad, Señor?
Entonces sabrás oír un nombre
que navega silenciosamente
sobre las crestas de unos cristales rotos
arrastrados por el aire.
¡No sé si son lágrimas de amor
o agua de mar huyendo del dolor!