El ocaso del día con sus crudos colores,
embelesa la mente con su gran fantasía,
un regalo del cosmos convertido en un prisma,
siendo para el humano un perfecto horizonte.
La flama de energía de candentes crisoles
se convierte en doncella que a lo etéreo aspira
y al espacio estelar lo llena con su chispa
convirtiéndolo pronto, en gala de la noche.
Somos pequeña brizna del ignoto universo,
seres con la conciencia de nuestra levedad,
y que solo vivimos un reducido tiempo.
Buscar la transcendencia es tema singular,
el hombre tiene empeño por conseguir lo eterno,
y saber a postrer que viento soplará.