El precio del dinero es la vanidad.
El precio de la victoria es un feliz argumento,
una llave de clavos y excesos.
El precio de poseer un don es respetar
el lugar de donde vino,
el precio de la solución a este ronquido
es el vicio de soñar y respetar
-incluso- las pesadillas.
El precio de mi hijo es un nieto,
son unos versos con sabor a tinta angélica,
con sabor a orines y puñaladas.
El precio de un verso malnacido
puede ser el olvido…