Te detesto.
Hoy estoy enojado.
No hay romanticismo ni prosas poéticas que quiera decir o escribir.
Me hierves la sangre.
Siempre es por vos o para vos de que lo siempre escribo.
Me cansas.
Que piensas en la felicidad.
Que soy amargo.
Que si es con otros como no es contigo.
Te me vas de mi paciencia.
Ahora precisamente.
Quiero gritarte que te odio.
Me estresas.
¿Qué es lo que quieres?
Que si digo un chiste pues bien. Soy todo un payaso.
Que me comporte me dices de repente. No entiendo.
¿Cuál es tu concepto de alegría conmigo?
Que soy un callado pero cuando hablo preguntas: ¿Que me pasa? Y dices luego: estás muy hablador.
¡Dios María! Que criadero de canas verdes eres a veces.
Me pides que hable en metáforas cómo cuando me conociste.
Que baile borracho, beba alcohol y me divierta.
Pero luego o de momento en el que te hago caso, sueltas por esa boca tuya: que me comporte. Que no sea como los viejos borrachos amigos de tu padre.
Me tienes harto.
¿Qué es lo que quieres?
¿Es que tú sientes ya en el cuerpo tuyo los efectos del desamor?
Me estresas.
Pero igual, aquí y de cualquier manera, por sobre cada papelón de entre tu cabeza. Te adoro y te amo porque eres justa y precisa.