Florencia una gran mujer y de buenos sentimientos se dedica por vez primera a las bienes raíces. Florencia, una mujer de edad y no muy hermosa físicamente, se dedica ahora a las bienes raíces. Y obtiene muy buen salario y logra ser rica. Mientras que el deseo se convierte en oro o como la más cúpula en el corazón de obtener amor en la vida y poder casarse. Cuando en lo imposible de creer en la forma de amar, sólo quería amar y ser amada. Si en el desafío y en el delirio frío de su corta existencia quiso amar y ser amada, pero, nunca lo logró, pues, en realidad era muy fea, la sola mujer. Y quiso abrir el corazón al amor, pero, en realidad le faltó carisma, personalidad, carácter y más que eso le faltó esencia y de tener una buena presencia impactante al llegar y ofrecer sus servicios como bienes raíces, ahí, sí que le fue y muy bien. Ella toma su vida como una sola mujer, en la cual, se debate una sola espera de que se proclame soltera. Y ya entrada la edad se debate una sola presencia de creer en el alma a ciegas y con una mísera y basta ausencia de una sola cosa: amor. -“Y tanto pecado es poder amar”-, si se dice Florencia y se atrajo una mala suerte en creer que el amor nunca le llegará ni por ser fea ni por ser rica en dinero. Los gastos de Florencia era muy pocos, pues, ella trabaja casi prácticamente todo el día afuera y su dinero o ingresos, pues, crecen de tal forma en que ella se convierte en rica y muy rica. Florencia en ausencia del amor, los sustituye por el amor de un perro que se llama Fioppy, y sí, que le llena el alma de amor, de la carencia del amor y del respeto que Florencia le tiene al amor y todo porque nunca llega a enamorarse de un hombre viril y con cabales de grandeza y fuerzas extremas, como ella siempre se lo imagina. -“Y tanto pecado es poder amar”- se dice Florencia, cada vez que se mira en el espejo y, tal vez, le agradeció al cielo y a Dios, de que fuera muy fea, pues, nunca tuvo problemas ni dilemas qué resolver ni situaciones indecorosas. Florencia, y siendo una sola mujer, se llenó de virtud y de gran pasaje de la vida misma, cuando hizo un viaje cruzando el Mediterráneo hacia un destino que nadie sabe y, allí, conoció a un hombre llamado Fragatho, y ése hombre, el cual, no era tan guapo de belleza sin igual, sino lo que hizo fue vivir de ella, y ella se entregó en cuerpo y alma, con vida y corazón, cuando en el instante de caer y en ser engañada, pues, era como la primera mujer en ser engañada y por un hombre, en su creencia autónoma de dar una sola señal en ser una mujer con cabales y bien puestos en el alma. Y Florencia autónoma en ofrecer la vida y más que eso el amor quedó prendida de ese amor con Fragatho, pero, el hombre le salió más listo que lerdo, y se fue a asir la voluntad de su propio instinto y la dejó una mañana clandestina, fugaz como el viento, y tenue como la luz en tormenta. Y le dijo en una carta expresando su huida de que…
-“...señorita amada, me voy a escapar de la ciudad, por que me persigue el destino frío y no quiero hacerte daño, estuve enfrascado en una embarcación que trajo oro al puerto y ese oro no era oro era oropel, y creo que me persiguen y desean mi muerte…, adiós señorita amada…”-,
Y esa fue la carta que le dejó Fragatho a Florencia por ir a un destino frío y sin sentido, a un camino lleno de incertidumbre, de deseos nuevos, pero, tan irreal como el mismo camino que tomó ella. Y se fue de allí y de tal forma y de tal manera, en que se electrizó la forma de creer en el amor y se desilusionó, se desamó, no perdonó ni tan siquiera quiso saber más del amor ni de los hombres. Y empacó sus maletas y sus cosas que le recordaba a ése amor inconcluso ni que le dejó la forma de amar nuevamente. Y se regresó a occidente a su país natal, y Florencia supo algo, que su destino fue y será, como el atraer el fuego y el destino a su solo corazón. Y se dijo una vez más que… -“y tanto pecado es poder amar”-, cuando en el delirio autónomo de creer en el alma desierta se entregó en cuerpo y alma, con vida y corazón, hacia el fin de la solterona soltería. Y quiso ser feliz calmando una sola desesperación, pero,se dedicó en cuerpo y alma a las bienes raíces. Y fue una alta ejecutiva de una empresa que se dedica a la compra y venta de propiedades. Florencia, viaja de norte a sur y de este a oeste, para poder vender una propiedad. Y, sí, que le va y muy bien. Cuando en su delirio y una noche clandestina de sosiego, de templanza, y de paz, pensó Florencia en ese amor llamado Fragatho, cuando lo que quiso ser no fue, un amor sin amor verdadero. Si fue como irrumpir el destino y el camino lleno de piedras, pero, nunca imaginó ni pensó de que esas piedras fuesen a hacer rubíes, zafiros o esmeraldas. Cuando en la insistencia de Florencia de que… -“y tanto pecado es poder amar”-, se dice ella, cuando el amor era una imposible circunstancia de creer en el alma dando luz a su pobre, pero, cierta vida rica. Cuando en el alma de Florencia, se vio ausente y petrificada en la espera de amar y ser amada, pero, ese amor nunca llegó jamás. Y en esa sola noche, y siendo una sola mujer, quiso entregar cuerpo y alma, vida y corazón, y sí, que lo logró sólo soñando como nunca antes y se dijo que los sueños se hacen realidad, y sí, que fue así. Y fue un gran pecado el deseo de amar y de querer entregar el alma y corazón, vida y alma. Si en el alma de Florencia y por creer en el destino frío y tan álgido se vio, ella, fríamente como una sola mujer. Si en el destino y más en la noche fría de esa cruel noche, se vio como el desastre débil de sentir en su alma un frío y en la piel un viento suave y tan delicado que excitó a su cuerpo y más a su piel. Si en el deseo de Florencia era poder amar y ser amada, pero, no, nunca lo logró, quedó como una sola mujer y como una mujer sola, en la soltería de toda la vida y de siempre. Y se dijo una vez más que… -“y tanto pecado es poder amar”-, una frase que quedará prendida por siempre entre su alma y su corazón y su vida y más que eso entre su cuerpo, y queriendo amar quedó Florencia, cuando en su deseo más penetrante de amar quedó como aquella vez en que quiso decir adiós, sí, al amor. Si en el alma de Florencia quedó como el deseo y como el más de los instantes buenos y petrificados espera en esa débil noche en que se electrizó la forma de envenenar a las venas frías de temor y de ansiedad en amar y en ser amada. Y Fragatho en aprietos y Florencia en occidente. Y sin poder imaginar ni poder saber de la cierta verdad en que su mundo se eleva más y más hacia el tiempo sin amor y en una eterna soltería. Si en el ademán frío de unas manos quiso ser como la flor y más como la rosa y que aún no marchita sin poder dejar su aroma. Cuando Florencia quiso ser como el cielo inalcanzable, pero, recuerda que ya su virtud la había perdido con un hombre llamado Fragatho, y que su esencia le queda, pero, no, no era mucho lo que en certeza le brinda su esencia. Si su imperfecto momento quedó como lo que era más en su sutil y más en su vil vida, lo que era subyugar su peor esencia cuando no tenía ya virtud ni más decadencia que su pobre vida y más sin amor. Y hallar a un hombre así, con esas cualidades, era cuesta arriba, se dice Florencia. Y Florencia buscando a un hombre y más que eso a un amor, halló en Fioppy, el amor y la fidelidad lo que jamás hallará en un hombre que la ame por sus sentimientos o cualidades o por su propio corazón amando lo que nunca, a un verdadero hombre. Y se intensificó su esencia y más se dijo una vez más que… -“y tanto pecado es poder amar”-, como si fuera en realidad un pecado amar, dar pasión y dar amor en el alma y fidelidad y más que eso un amor en el mismo coraje del corazón. Y fue Florencia hacia su propia alma, y como una fugaz estrella se vio mortífera y tan letal como la daga en el pecho, pero, se fue por donde iba el vuelo al mismo cielo. Cuando en el instante se vio efímera, pero, como la vez aquella en que Florencia quiso entregar su alma en esa noche donde el alma voló lejos, pero, su cuerpo dejando un sólo instante quedó petrificado en esa misma clandestina noche, en que recuerda más su vida y más su insistencia en tener un amor como el amor de un hombre cuando como siendo una sola mujer en la vida. Cuando en el alma se siente como una verdad y tan real como en ser tan leal, como siendo la lealtad al cien porciento. Y, sí, que era Fioppy, su gran e inmenso perro fiel, y más que eso era un amor verdadero. Cuando en el alma quedó como furia y mal desenlace, en caer en el imperio de unos ojos funesta en creer en el alma muerta de espantos nocturnos en esa noche perdida de inseguridades inconclusas. Cuando en el alma se vio fría como el alma sin tiempo alguno, cuando en esa noche fugaz como el tormento fue como el alma funesta cayendo en el suelo como un alma sin la luz que de ella emana. Cuando Florencia quedó como el mismo instante en que se siente el deseo de ver el alma a cuestas y sin razón cuando en su alma quedó como debate una sola espera del amor real. Y Florencia quedó como sola mujer, como la sola soledad y como el imperio sosegado de sollozo clandestino cuando su alma juega un juego como el fuego en que corre en ser como el desafío candente de latente delirio. Y como la fiebre en el alma quedó como un funesto imperio desmoronando el alma en el mismo cielo en que Florencia cree llegar sin un vuelo seguro de ver su alma volar lejos de aquella noche clandestina en que más recuerda cuando en su imperio cae desde el cielo hacia abajo, donde mismo se da su alma sin luz. Y Florencia quedó como el mismo desafío y ni tan oscuro ni tan resplandeciente, cuando su alma quedó como el mismo mal instante en que se siente como el mismo mal deseo de dar a su alma al veneno letal de la soledad. Si en el mismo instante de creer en el alma a ciegas se siente como el suave desenfreno de la vida misma. Si en el alma se siente como tan suave y delicada como tan real y como un suspiro cuando se respira vida y esencia, pero, no, no era la mala soledad sino la mala insistencia de creer en el alma una débil luz que ni alcanza para ver su vida resplandecer. Cuando en el alma de Florencia se encierra el mal deseo de entrever una sola razón y un sólo mal recuerdo de dar una mísera insistencia. Cuando en el alma se petrifica como un sólo caminante en que sólo la mala y débil soledad se encierra el deseo de sentir el silencio y no un amor deliberando en un sólo alboroto. Si en el alma de Florencia se siente como tan humectante la piel en la maldita soledad, cuando en el trance de la verdad, y en el trayecto del recto cielo se cuece de tormentos y de una verdad intransigente de creer en el alma a cuestas de la mala sensación cuando en su mundo se siente sólo el mal silencio y en esa noche oscura una sola desolación. Si en el desierto imaginario de su mente se vio fría e indecente como la ira sosegada de un sólo tiempo en que el mal transige. Si en el destino frío y de un sólo mal tiempo, se vio Florencia como el mismo mal incurable en la vida y más al acecho de convertir su vida en un sólo caos. Y en un mal hábito habitual de su insistencia y más de su cobarde alarde en ser una sola mujer y en la sola soledad, en que se percibe una inadecuada persistencia. Y hacer creer que su mal imposible en dar en el alma una insistencia como la presencia automatizada de un espanto nocturno y en dar una sola figura como en el alma una sola verdad e impasible como el mismo tormento se sintió Florencia como lo más efímero en cada noche de que Florencia persiste en un sólo frío y en una forma de mirar al cielo con su alma devastada de iras trascendentales. Y en su afán de creer en su alma pudo más que el silencio que el amor que tuvo en su propio corazón. Si en la insistencia de una situación en la cosecha en poder creer que el amor a toda costa era incierto en su corta mala existencia. Y se dijo una vez más Florencia que… -“y tanto pecado es poder amar”-, cuando en el alma se dejó llevar de un mal pecado de un amor que pasó por una vida. Cuando en el alma de Florencia quedó como una vez en el suburbio autónomo de creer en el alma de dar una sola vida en presencia cada suspiro de creer en el alma con una sola verdad. Cuando en el alma de Florencia quedó con tanta verdad en que el instinto se cuece como la mala esencia en dar con una sola mala imposibilidad. Si el instinto se da como la única salvación en poder creer que su alma se siente como el suave desafío de entrever el delirio frío y en saber que su esencia va como tan suave, pero, con delicada tempestad en el cielo donde era inalcanzable de dar una sola desventura como su pobre destino si en su desafío era inocuo. Y Florencia siendo una sola mujer si quedó floja de alma y de un espíritu sosegado y se vio fría e impasible como el mismo tormento en que se cuece el alma en poder creer en la sola imaginación. -“Y tanto pecado es poder amar”-, sólo se identificó como la misma alma sin sentido y sin ninguna fuerza en el alma, y de una osadía que por el día se llena de efímero deseo en que se siente como tan suave y delicada hasta el alma. Cuando en el deseo se convirtió en un sólo mal deseo cuando en el trance de la insistencia se debió de observar como el delirio efímero, si se siente incapaz de creer en la insolvente decadencia. Cuando en la pena y en el afligir se dedicó en la fuerza espelunca de creer en el instante en que su cóncavo dolor en el corazón, si se debió de dar una ineficaz mala intransigencia. Y Florencia se dedicó en un fuerte desenlace en dar una conmísera mala intransigencia y en un mal desenlace de creer en el alma una sola verdad, en que se siente como el desafío frío y un mal atrevimiento de dar una sola mala señal. Cuando en el instinto de Florencia se edificó de tal forma como la forma más eléctrica en creer una sola verdad en que el suburbio se sintió como tan fuerte es el alma. Y, Florencia, quedó como el desastre de creer en el instinto delineado y tan delicado como poder en ser como una sola verdad, y siendo la certeza de extraer el desafío se identificó la forma de creer con una sola mala solución en su corta existencia y siendo saber de la verdad, como la edad ya le corre entre las venas.
Continuará……………………………………………………………………………………….